sábado, 7 de mayo de 2011

No encontramos un restaurante con el nombre de Pitágoras o Newton, así que rebajamos el tiro y quedamos en la taberna El 9, que al menos honra a un número. Llegan más que puntuales y esperan tomando una caña en la barra. Su oficio son las matemáticas. Y demuestran que su pasión también. "¿Le han dado el Abel -el equivalente al Nobel- a Milnor?", preguntan con el entusiasmo con el que algunos celebran un gol de Messi.
Algún día quizá ellos aspiren también al galardón. La burgalesa María Pe Pereira, 30 años, del Instituto Jussieu de París, y el granadino Javier Fernández de Bobadilla, 38, del Instituto de Ciencias Matemáticas, han resuelto una conjetura planteada en los sesenta por John Nash, célebre por la película Una mente maravillosa, que cuenta su lucha contra la esquizofrenia. ¿Hablamos de ello? Sí, pero vamos a pedir primero.

María Pe no tiene paciencia para leer la carta aunque la tuvo para pasar tres años resolviendo el problema. Así que Javier propone y negociamos cuatro tapas. La demostración de la conjetura ocupa 17 folios y es difícil resumirla, pero diremos que trata de las singularidades, puntos en los que una función presenta irregularidades o tiene comportamientos extra, "como los lugares en los que se cruzan dos curvas de nivel en un mapa", explica Javier. Nash intuyó que en dos dimensiones dichos puntos tenían determinadas características y ellos han probado que es así.

¿Cómo se trabaja para resolver una cuestión tan compleja? "Pasas muchas horas en el despacho, pero tu cabeza sigue funcionando en cualquier lugar, en la ducha, en el metro...", dice él ¿El secreto? "Mucho trabajo y suerte", explica ella. ¿Y quién dio el último paso que faltaba? Silencio. Ni amenazándoles con liquidar la última croqueta van a contar a cuál de los dos se le ocurrió el eureka final.

María tenía una vocación clara. De niña ya participó en una Olimpiada Matemática. "No lo dirá pero fue medalla de oro", apunta Javier. Él eligió la carrera un mes antes de Selectividad porque le encantaban las clases de un profesor. Comparten una queja: "A nadie se le considera inculto por no saber de números". Y no muestran, aparentemente, ninguna de las rarezas que los tópicos atribuyen a los matemáticos. Es más, si durante la comida tuviéramos que construir nuevos estereotipos diríamos que son gente sencilla, con buen humor y excelente apetito.

Aún queda hueco para una ensaladilla con atún y postre... ¿Y esto de las singularidades para qué sirve? "Aparecen en modelos físicos, y como parte de la geometría algebraica tienen también potencialmente aplicaciones en criptografía", aclara María. ¿Y la conjetura que acaban de demostrar? "En principio para nada", dice Javier. "Pero no emprender una investigación hasta saber su utilidad sería como haber esperado a que Colón quisiera cruzar el océano para inventar la carabela", apunta María.

El periodista se muerde la lengua para no preguntar eso que sabe que es una bobada pero animado por las cañas lo acaba haciendo: ¿en los restaurantes les piden los amigos que hagan la cuenta? "Al revés", asegura María, "no se fían de nosotros". Bueno, esta vez no hay peligro: están invitados.

(Publicado por El País
http://www.elpais.com/articulo/ultima/nos/dejan/hacer/cuenta/amigos/fian/elpepiult/20110427elpepiult_2/Tes )

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